INTERNACIONAL

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Estados Unidos ordenó el sábado la salida de sus funcionarios no esenciales de su embajada en Etiopía, donde esta semana se intensificaron los combates en el norte entre las fuerzas gubernamentales y los rebeldes del grupo denominado Tigray, que se aprestan a marchar hacia la capital para tomar el gobierno.
La decisión se adoptó «debido al conflicto armado, los disturbios civiles y la posible escasez», dijo el Departamento de Estado en un comunicado difundido en Washington.
El gobierno federal etíope, dirigido por el ganador del Premio Nobel de la Paz 2019, Abiy Ahmed, lleva un año en guerra contra el Frente de Liberación Popular de Tigray (TPLF) en el norte del país. Tigray es una zona controlada por la etnia tigray que dio origen al nombre del grupo rebelde que tiene su poderío en la capital provincial Mekele, conocida por sus anchas y arboleadas avenidas y construcciones modernas que compiten con edificaciones históricas.
Tras retomar Tigray en junio, el TPLF siguió avanzando en los últimos meses, especialmente en la vecina región de Amhara, donde el pasado fin de semana afirmó haber tomado dos ciudades estratégicas.
El miércoles dijo haber llegado a Kemisie, a 325 kilómetros al norte de la capital Adís Abeba, donde se unió a los combatientes del Ejército de Liberación de Oromo (OLA), un grupo armado de la etnia oromo con el que está aliado desde agosto.
Las dos organizaciones no han descartado una marcha sobre la capital, mientras el gobierno niega cualquier avance o amenaza importante de los rebeldes hacia Adís Abeba.
En los últimos días, varios países han pedido a sus nacionales que abandonen Etiopía, entre ellos Arabia Saudita, Noruega, Suecia y Dinamarca.
Nueve grupos rebeldes etíopes, incluido los del Tigray que amenazan la capital, Adis Abeba, anunciaron el viernes la creación de una alianza contra el gobierno del primer ministro Abiy Ahmed, en plena escalada del conflicto.
«Nuestra intención es derribar el régimen», declaró Berhane Gebre-Christos, representante del Frente de Liberación del Pueblo del Tigray (TPLF) durante la firma en Washington de esta alianza.
Bautizada «Frente Unido de Fuerzas Federales y Confederales Etíopes», reagrupa al TPLF, en primera línea de combate desde hace un año, al OLA, Ejército de Liberación de la etnia oromo (aliado del TPLF), y a siete movimientos más cuya capacidad y tamaño son más inciertos.
Son organizaciones procedentes de distintas regiones (Gambela, Afar, Somali y Benishangul) o etnias (Agaw, Qemant, Sidama) del país.
«Este frente unido responde a las numerosas crisis que vive el país» para «anular los efectos nefastos del poder de Abiy Ahmed sobre los pueblos de Etiopía y de otras partes», dijeron las organizaciones en un comunicado. También consideran «necesario» el «unir sus fuerzas hacia una transición» en Etiopía.
Ante esta escalada, Estados Unidos, Suecia y Noruega pidieron el viernes a sus ciudadanos abandonar Etiopía y el Consejo de Seguridad de la ONU hizo un llamado a un alto el fuego.
Los 15 miembros del Consejo de Seguridad de la ONU pidieron también el acceso «seguro y sin trabas» de la ayuda humanitaria y el restablecimiento de los servicios públicos.
Unos 20 millones de personas, según la ONU, necesitan ayuda humanitaria, incluidos los 7 millones que sufren directamente el conflicto en la región de Tigray, según el portavoz adjunto de la ONU, Farhan Haq.
La situación en Tigray es desoladora: no hay agua potable, ni electricidad, la ayuda alimentaria está bloqueada y hay amenaza de hambruna. La crisis humanitaria ha sido provocada por los combates entre las tropas del Gobierno federal etíope y las milicias, así como por los bombardeos de la fuerza aérea contra objetivos en la capital regional, Mekele.
Miles de civiles han muerto como consecuencia de los combates. Además, la población ha sido víctima de violaciones masivas y detenciones arbitrarias; los activistas de derechos humanos hablan de limpieza étnica.
¿Cómo se produjo esta guerra en el Estado multiétnico de Etiopía, cuyo jefe de Gobierno, Abiy Ahmed, recibió el Premio Nobel de la Paz en 2019 por sus esfuerzos para reconciliarse con la vecina Eritrea? Se trata de una lucha de poder que se ha estado cocinando a fuego lento desde que Abiy, que pertenece a la etnia oromo, asumió el cargo.
Abiy consiguió expulsar del Gobierno al Frente de Liberación Popular de Tigray (TPLF), cuando fue elegido primer ministro en 2018, y prometió reformas democráticas.
Etiopía, una federación de diez regiones étnicas, había estado hasta entonces dominada durante casi tres décadas por Tigray y el TPLF, que ocupaba una posición de liderazgo en la política y el Ejército (no sólo en el norte de Etiopía sino en todo el país), y cuyo estilo de liderazgo se consideraba muy autoritario.
La siguiente etapa de la escalada, en 2020, fue el aplazamiento, por parte de Abiy, de las elecciones regionales previstas en Tigray, con la disculpa de la pandemia. El Gobierno regional, dirigido por el TPLF, decidió realizar los comicios, pero estos fueron invalidados por Abiy.
El conflicto armado estalló hace un año. Según Addis Abeba, el 3 de noviembre de 2020, un grupo de combatientes del Gobierno regional atacó una base de las fuerzas armadas etíopes. A primera hora de la mañana, las tropas del Gobierno federal respondieron con una gran ofensiva, se declaró el estado de emergencia en Tigray y la región quedó aislada del mundo exterior.
El Gobierno regional fue expulsado inicialmente, pero el TPLF recuperó, en gran medida, el control. En junio, las fuerzas del TPLF retomaron la capital regional, Mekele, y la semana pasada extendieron el conflicto a Dessie y Kombolcha, dos ciudades de importancia estratégica en la vecina región de Amhara.
El conflicto ha desencadenado una crisis humanitaria que ha dejado a 400.000 personas en Tigray en riesgo de hambruna, según la ONU. Más de dos millones de personas han huido ya de la violencia en la región. Y unos siete millones de personas del norte de Etiopía necesitan ayuda humanitaria para sobrevivir.
Mulugeta Gebregziabher proviene de Tigray y es profesor de la Universidad Médica de Carolina del Sur, en Estados Unidos. En su opinión, el Consejo de Seguridad de la ONU ha fracasado. Estados Unidos y la Unión Europea, entre otros, han intentado desactivar el conflicto. Pero todo ha quedado en meras palabras de preocupación, dice.
«El asedio a Tigray debe levantarse por completo, con un acceso sin obstáculos para los trabajadores humanitarios. Hay que restablecer el suministro eléctrico, los servicios bancarios y los servicios médicos. Todas las tropas deben retirarse inmediatamente de las zonas de combate», exige Gebregziabher. El Gobierno de Addis Abeba también debe levantar la clasificación del TPLF como grupo terrorista.
Gebregziabher considera que las sanciones son un medio eficaz, que también podrían detener el suministro de armas. Según los medios de comunicación, Irán, Turquía, Emiratos Árabes Unidos y Rusia participan en los combates como proveedores de armas y drones.
Yonas Adaye, director del Instituto de Estudios para la Paz y la Seguridad de Addis Abeba, sugiere que la Unión Africana (UA) se involucre más en la búsqueda de una solución al conflicto: «lo mejor para Etiopía es que siga su propio camino y trabaje con la UA. Cuando se vislumbre el fin de los combates, esperamos la ayuda alimentaria y de reconstrucción de la comunidad internacional», declaró Adaye a DW.
La Unión Africana ha lanzado una misión de mediación dirigida por el expresidente nigeriano Olusegun Obasanjo. Sin embargo, la esperanza de que la comunidad internacional resuelva el problema comienza a desvanecerse entre la población de Tigray, que, según un observador, «reza por ayuda todos los días».
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