OPINIÓN

Por Hugo Flombaum, analista político. Columnista de LaCity.com.ar.
Lectura: 3 minutos
Pasaron las elecciones, hubo un claro perdedor, el gobierno, en territorio, en votos, en legisladores, en expectativa.
¿Hubo ganador? No, no lo hubo, solo ganamos un tiempo para romper el empate institucional. Ese empate que nos tiene trabados hace 45 años.
Claro este es un partido difícil que termine, no tenemos referí, normas laxas y no se define por penales. Lo claro es que el empate institucional solo garantiza más decadencia.
El empate que ya se rompió es el de nuestra relación con lo institucional, pandemia mediante, el de lo formal y lo informal. ¡¡Ganador por KO, lo informal!
Hace años que algunos intentan que intervenga otro equipo, con otra camiseta, la tercera vía, pero nadie tiene el espíritu necesario de equipo chico. Ese espíritu que requiere tiempo, perseverancia y humildad.
Hay países en el mundo, muchos, que tienen dos partidos dominantes, pero las instituciones del estado no están en juego. Hubo un acuerdo previo, fundacional sobre el Estado como institución permanente que no se altera de otra manera que no sea con las normas que imponen las leyes.
Aquí, la carrera del funcionario estatal, la estructura educativa, la administración del presupuesto, el instituto de estadísticas, el Banco Central, etc., etc., etc., son presas del ganador de turno. Así imposible tener un plan y una alternancia virtuosa.
Mientras el empate institucional garantiza la decadencia como nación, la sociedad continúa con ahínco construyendo una informalidad que cada día funciona mejor y va adquiriendo una formalidad propia, haciendo gala de los usos y costumbres.
Todas las informalidades pasan a ser de uso cotidiano y adquieren sus formas con sentido común. Nadie se altera cuando tiene que pagar por afuera de lo formal, es natural. Lo hacen los comerciantes, los profesionales, los prestadores de servicios, el sistema de salud. Avanzan los importadores y los exportadores, retornando a la vieja y arraigada costumbre rioplatense del contrabando.
Si esperamos que este empate se defina con un ganador, lo haremos en vano, imposible. La razón es que en ese partido el poder económico virtuoso, el que no vive del estado ni depende de las protecciones y subsidios, no participa de la pelea y el otro el poder económico que vive del favor del príncipe garantiza que los participantes del show de la pelea no tengan problemas económicos que los acucien.
El otro actor fundamental, los sindicatos, han caído en manos de las representaciones de trabajadores del estado o de industrias que dependen de él. Con lo cual se distorsiona el necesario compromiso con el desarrollo.
No quedan muchos caminos, la decadencia nos lleva a la disolución como nación. Muchas provincias irán rompiendo relación con cualquier proyecto nacional. Los territorios y quienes lo habitan superaremos ese trauma, continuaremos desde la informalidad creciente la reconstrucción de una nueva nación.
El otro camino es el de que los participantes del espectáculo recapaciten, porque los espectadores los ignoran, y reinventen un marco institucional que permita que este proyecto trunco de nación recupere un camino de crecimiento y unidad con la participación de la comunidad.
Un nuevo empate, hoy garantizado, en 2023, nos llevará al segundo camino, basado fundamentalmente en los municipios, únicas instituciones que, por su cercanía, tiene relación con la gente.
Pocas opciones, mucho en juego.
Otro artículo escrito por Hugo Flombaum: El «plan»