OPINIÓN

Por Antonio Calabrese, abogado constitucionalista, historiador, político. Columnista de LaCity.com.ar.
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El espionaje interno
Existen estudios que prueban que hace miles de años el imperio Chino desarrolló una formidable red de espionaje para fortalecer el poder al mismo tiempo que para defender su territorio.
A su vez la historia nos recuerda fantásticos relatos de inteligencia tanto en las pequeñas y volubles autocracias africanas, como en las monarquías mesopotámicas y del Golfo Pérsico recordándose las creadas en el tercer milenio (ac) por Sargón I de Acad.
En la antigua Grecia existían maestros de la criptografía y en Roma Tito Livio espiaba a los Etruscos recordándose, que encargado de ello Quinto Fabio Máximo, envía a su hermano Fabio Ceso, al bosque vestido de campesino, para conocer la potencialidad de sus enemigos, ya que tenía gran facilidad para el disfraz y conocía la lengua etrusca.
El ABC internacional califica al espionaje como «la profesión más antigua del mundo».
Hay obras muy importantes dedicadas a ello como la de Michael Rank o la muy reciente de Juan Archibaldo Lanús, «Libertad o sumisión», esta última de indispensable lectura, que dedica un capítulo al tema.
El último autor mencionado nos recuerda que el Imperio español tuvo un superintendente de inteligencia en 1598, Juan Velázquez de Velazco, que podría considerarse como la prehistoria del espionaje interno.
Ya en el siglo XIX, para no irnos tan lejos, Otto von Bismarck, el gran canciller alemán, tanto como los zares de Rusia tenían servicios especialmente montados para controlar los movimientos de sus súbditos, como la organización llamada Okhrana.
Fueron famosos los casos de espionaje en el célebre Congreso de Viena que terminó por delinear el rumbo de la diplomacia moderna, así como en el siglo XX las redes del imperio austrohúngaro y de las revoluciones Soviética y de China, las que se destacan por la preponderancia del espionaje interno, hoy tan vilipendiado pero igualmente ejercido.
En los Estado Unidos al igual que el MI5 británico, no sólo desde la Guerra Fría, campo inimitable de los grandes espías, y el contraespionaje comunista, sino desde 1947, año de creación de la CIA, el espionaje interno fue parte del estándar de estas organizaciones, recordándose el famoso Macartismo, encabezado por el Senador Joseph McCarthy.
En este sentido también debe mencionarse al Mossad israelí, como el más efectivo, de acciones agresivas de gran espectacularidad, aunque debe tenerse en consideración la interminable guerra del medio oriente, con el enemigo palestino dentro de sus entrañas en sus propias fronteras.
Con el correr de los años y en la actualidad, los servicios de inteligencia de distintos países comienzan a actuar en conjunto compartiendo recíprocamente informaciones sensibles, completándose con la inteligencia globalizada y dando lugar al nacimiento de PRISM en Australia, Reino Unido y Países Bajos; XKEYSCORE en Alemania y Grecia; TEMPORA y MUSCULAR en Reino Unido y Estado Unidos; LUSTRE en Estado Unidos y Francia, etc.
No obstante, desde el ataque a las torres gemelas el 11/9 que es el último generador de impulsos a las rabiosas operaciones de inteligencia, estas no se detienen, todo lo contrario, se incrementan.
El entramado actual de agentes y dobles agentes en la lucha contra el terrorismo, la corrupción y el narcotráfico o los delitos ultra territoriales, acompañado de las disposiciones de control de la actividad financiera mundial producto del lavado de dinero proveniente de los mismos, generan una serie de acciones internacionales que superan las antiguas fronteras según la división política de los países.
De tal modo, muy a pesar de la Libertad como principio y motor de la historia del hombre, ya a nadie sorprende la inteligencia externa previendo hipótesis de conflicto y mucho menos la interna, que previene de tumultos, motines o actividades ilícitas siempre con la proximidad del «gran hermano» soplando a las espaldas del ciudadano.
Adiós a la privacidad
El desarrollo acelerado de la comunicación virtual, la proliferación de las redes, revirtió los conceptos del mercado laboral y del conocimiento de la información.
Mientras todo el mundo se veía en la necesidad de incorporar sus perfiles, sus antecedentes y sus aspiraciones y sus gustos, los grandes medios escritos, radiales o televisivos se veían desbordados por la transmisión de hechos por ellos inalcanzables que se producían en rincones insondables del planeta.
La grabación por particulares en su teléfono celular de episodios extraordinarios llegó antes que los corresponsales, lo que transformó en obsoletos los viejos recursos de la información.
El Dato puede venir de cualquier parte.
El Estado no permaneció inerme ante el avance de semejante información.
China que tiene instalada más de doscientos millones de cámaras de reconocimiento facial que dan hasta la temperatura de la persona observada, puso en marcha un sistema de crédito social que evalúa íntegramente toda la actividad del peticionante con el control de su vida laboral, familiar, social, mediante la tecnología aplicada al seguimiento.
En general la necesidad de ser considerado, de ser conocido, para cualquier actividad, inclusive muchas veces solo por frivolidad, hace que la publicación de las ambiciones, deseos, gustos, profesiones, especialidades, e información personal de todo tipo en los perfiles, exponen al individuo.
Todo ello es procesado por el Estado pero también por empresas privadas destinadas al efecto, siendo propio además de los algoritmos lograr ensamblar con esos datos cualquier tipo de vinculaciones desde gustos, deseos, expectativas, pensamientos y a su vez clasificar a la población en distintos estamentos integrados por los que califican de la misma manera.
De esta manera se puede conocer el objetivo de los consumidores, su poder adquisitivo, su clase social y también su pensamiento para lo cual se podrán modelar proyectos políticos, candidatos ideales, discursos sobre tendencias actuales de la sociedad, influir electoralmente con métodos artificiales o en definitiva falsamente identificados.
Para Lanús, de quien tomamos los datos, el ciberespacio se convirtió en el quinto elemento.
Si al principio las redes sirvieron para escapar del monopolio estatal de los servicios de correo o de información, o de los medios de comunicación dominantes, hoy la concentración de datos en empresas privadas como Google, Facebook, Amazon, Microsoft de quienes dependen 3.500 millones de internautas quienes las alimentan con sus perfiles personales tienen otorgado un poder cuyos límites superan cualquier aspecto conocido a la fecha.
La situación no solo afecta a la libertad individual sino que facilita el control y seguimiento ya no solo por el Estado dominador sino por particulares con fines comerciales o políticos.
La situación es de tal gravedad, que al Presidente Donald Trump, cabeza de uno de los países más poderosos del mundo resolvieron censurarlo en medio de una campaña electoral, y lo suspendieron en Twitter congelándole las cuentas en Facebook, Instagram, Snapchat y Twitch.
Algo insólito y que demuestra el poder de las corporaciones informáticas, todo ello sin contar en cuanto a lo general, que 6 cadenas monopolizan el 70% de la información mundial en Estados Unidos ocurriendo lo mismo con Bertelsman en Alemania, BBC en Gran Bretaña, Vivendi y Lagardere en Francia, Prisa en España y Mediaset en Italia como O Globo en Brasil y Televisa en México.
Este alud de intromisiones reduce la capacidad del ciudadano común de elegir en el momento oportuno, lo que hace posible el fraude, o sea el desequilibrio tanto en las oportunidades preelectorales como electorales al transformarse en la norma y no en la excepción.
Se estima que los hackers, Trolls y la manipulación de algoritmos por empresas especializadas llevaron a Trump a la derrota así como impusieron el Brexit en Gran Bretaña, que hoy tanto perjuicios, aparentemente, les causa.
La prensa dio a conocer en su momento, que investigadores de la Universidad de Cambridge recopilaron perfiles psicológicos sobre el electorado norteamericano analizando usuarios de Facebook.
El hombre depende de sus necesidades y hoy las redes, el celular, los datos de los grandes servidores que nos responden a cuestiones históricas, políticas, matemáticas, biológicas, físicas, etc., sin necesidad de leer o estudiar nada, lo alejan de ser independiente.
La Soberanía
Este es un concepto que deben revisar los constitucionalistas.
Si se entiende a la soberanía como el poder supremo sobre un territorio, encima del cual no existe ningún otro, puede afirmarse que hoy es una idea superada.
Ya no existe más, solo es concebible en el limitado campo del monopolio de la fuerza y a determinadas normas de convivencia dentro de unas fronteras.
Las decisiones importantes que hacen a la vida de la gente las toma el Mercado, que en los aspectos importantes no tiene límites, esta globalizado y al que deben someterse la naciones si pretenden disfrutar de los beneficios del progreso.
Zygmunt Bauman, dice que el Estado ya no es lo que era hace cien años y carece de los medios y los recursos necesarios para realizar las tareas que se requerían para una supervisión y control efectivo de los mercados que por otra parte trascienden lo nacional y por ende son inalcanzables.
«El Estado se ha visto expropiado de una parte considerable (y creciente) de su antaño genuino o presunto poder(para hacer cosas) del que se han apropiado fuerzas supraestatales (globales) que operan en “un espacio de flujos”».
En otra parte de «La crisis del Estado» dice que los Estados no deciden sino cuando son forzados a hacerlo, porque existen unas fuerzas amorfas y anónimas no registradas en la constitución de ningún Estado y que reciben denominaciones variopintas como «realidad del momento», «mercados mundiales», «decisiones de los inversores» o simplemente NHA (no hay alternativa).
A su vez, el profesor italiano Carlo Bordoni nos recuerda acertadamente que «Las decisiones se toman en otro lugar por los poderes fácticos de la actualidad, que, por su naturaleza supranacional no están obligados a observar las leyes y ordenanzas locales».
Se terminó la fórmula westfaliana de la soberanía implícita y del respeto territorial.
Siendo las peores amenazas de naturaleza «global» no hay ningún gobierno «global» que las ordene, organice o combata, al menos por ahora.
La apertura obligada de las fronteras por la velocidad del intercambio de las comunicaciones y por una cultura que ya no se restringe al ámbito local obliga a una redefinición del poder en general.
Después del final de los acuerdos de Bretton Woods, por ejemplo, con el fin de la convertibilidad del dólar tiene eficacia fuera de las fronteras estadounidenses, entre otras cuestiones, la tasa de interés que fija el Departamento del Tesoro.
Los precios internacionales de los comodities, los valores de los granos, el petróleo y aun de productos industrializados, fijados por el «mercado», es ajeno a los Estados, su forma de pago, financiación, créditos al respecto dependerán de la situación y riesgo que cada país representa.
En la globalización de las finanzas se ha formado también, un mercado de colocaciones que escapa al control de los Estado particulares y así podrían seguir señalándose aspectos para los que la soberanía es solo una palabra.
Conclusión
Ante el nacimiento de un poder superior al del Estado, el hombre ya no podrá luchar por su libertad contra el gobierno de este, pues solo se limitaría, en caso de triunfar, a ese estrecho campo del monopolio de la fuerza y las normas de convivencia en un territorio determinado.
Siendo así, aun cuando se encuentre en la cima y propiciando un sistema libertario o anarquista deberá doblegarse y someterse ante esos poderes externos, inasibles, innominados, pero que solo responden a sus intereses materiales, donde las ideologías, la moral o la política no existen.
El hombre de hoy ya no podrá desprenderse de la tecnología, lo que sería un atraso, tampoco del comercio y la convivencia exterior que le provee de insumos, mercaderías y alimentos indispensables.
La información, «los datos», la comunicación con cualquier punto del planeta que hoy lleva en su bolsillo en la forma de un pequeño aparato negro que se llama «celular», es como su sangre o el aire que respira.
Siente que renunciar a eso es como volver a las cavernas.
Con todo y en tanto no construya ese utópico orden libertario, seguirá sometido al seguimiento interno de los gobiernos de turno.
Otro artículo escrito por Antonio Calabrese: El gran derrotado