OPINIÓN

Por Hugo Flombaum, analista político. Columnista de LaCity.com.ar.
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Entre la noche del 31 de enero y la mañana del 1 de febrero, siendo generoso, unas cincuenta mil personas de Argentina y un puñado en el mundo se sobresaltaron por la noticia de la ruptura de la coalición de gobierno en Argentina.
En el mismo momento más de cuarenta y cinco millones de habitantes de este país, se ocupaban de diversas actividades, los más favorecidos de iniciar la quincena de vacaciones, la mayoría de sus habituales actividades.
Sin duda lo acontecido en los círculos del poder formal incide en la vida cotidiana, pero cada día menos. Lo que administra el poder nacional formal de lo que viven cotidianamente los argentinos es muy poco.
Es normal que habiendo cada día cosas menos trascendentes para resolver en la administración nacional y muchos que se disputan el poder por ese espacio, las rencillas se multipliquen. Pasa en la coalición de gobierno y en la oposición.
Lo que no pueden evitar es acrecentar la lejanía con la problemática real del pueblo.
Les pasa a los empresarios cuya suerte depende de la última resolución del gobierno de turno, a los industriales que juegan su futuro en las protecciones arancelarias o en los subsidios gubernamentales. A los sindicalistas que dependen de que la fuente de su poder sean las obras sociales y no el desarrollo exitoso y sustentable de sus fuentes de trabajo.
Hay dos sectores institucionales que no tienen ni tiempo ni preocupación por estos acontecimientos. Los productores de la bioeconomía, que miran el pronóstico climático y los precios internacionales de lo que producen y aquellos que el destino y su decisión les dio la tarea de paliar a diario la pobreza de los excluidos del trabajo por las malas administraciones, la inflación y la corrupción.
Los primeros deben sortear los contratiempos climáticos y los avatares logísticos que inciden en sus negocios, bajante del caudal del río, dificultad para el acceso a los transportes internacionales que den curso a la comercialización de sus productos.
Los segundos, como llenan las ollas de los comedores, acercan las medicinas a los que lo necesitan, administran la convivencia con la informalidad, la buena que permite las changas que dan un respiro a los pobres o las malas con el avance de la violencia y el poder narco en los territorios más vulnerables.
Sin los primeros no hay recursos para sostener la economía real, sin los segundos la vida cotidiana no sería posible.
Mientras tanto en la superficie política del pequeño círculo del poder formal se habla del FMI, del jefe de la bancada oficialista del desgobierno y del endeudamiento crónico de nuestro país.
El Washington Post habló de una pareja de danza que baila el tango, para referirse a los actores de este sainete, FMI y gobierno argentino. Algo de esto hay, siempre es simbiótica la relación entre acreedores y deudores.
Ningún acuerdo entre un prestamista y un deudor garantiza ni el pago, ni la resolución del tema. Lo primero que debemos entender es que a los prestamistas lo que les interesa es cobrar los intereses, cuanto más altos mejor. En el caso del FMI, por su esencia, no es así, a ellos les interesa que el deudor sobreviva al trance.
El acuerdo alcanzado no sale de ese marco, en su redacción queda claro, es necesario que los subsidios a la energía se bajen, gasto ridículo, y que la macroeconomía del país se tranquilice para que Argentina pueda, a través del comercio internacional, recuperar la relación con el mercado financiero internacional.
En el marco actual de precios internacionales, si se administra bien el gasto el superávit comercial está garantizado. Para eso se necesitan pocas herramientas que un pequeño equipo técnico puede garantizar.
¿Este acuerdo da sustentabilidad a la economía de nuestro país? no. A lo sumo daba unos meses de tiempo, pero no contaban con la astucia, como diría El Chapulín Colorado, de la agrupación La Cámpora que ante el panorama electoral que deberá afrontar, decidió conformar el partido político de izquierda con presencia territorial que faltaba en nuestra paleta electoral.
Para los camporistas, consumir energía en las peleas internas con los políticos territoriales, sindicalistas, empresarios, funcionariado pagado por los empresarios prebendarios, entre otros, los alejaba de la posibilidad de ser alternativa real al poder desde sus verdaderas ideas.
Bienvenidos, sin la careta del desaparecido peronismo institucional, pelearan con sus propuestas por imponer su poder.
El entendimiento con el FMI se mantendrá, no hay otro remedio ni para los prestamistas ni para el deudor.
El presidente buscará con sus socios comerciales autocráticos un salvavida, veremos a que costo, seguro no será barato.
Mientras tanto los dos sectores institucionales, los productores de la bioeconomía y los movimientos sociales que sostienen a los excluidos del sistema a través de la administración territorial de los fondos del estado, pero con la eficiencia que garantiza cierta paz social, seguirán con sus tareas.
Ellos que o se ven en paralelo o se ven opuestos unos a otros, se deben a si mismos un desafío, sentarse en una mesa y exponer sus realidades, unos y otros saben que ambos son parte de los pocos cimientos que quedan del andamiaje institucional argentino. Acompañados por algunas intendencias municipales y algunas comunidades,
El acuerdo que nos debemos es el de un plan a largo plazo entre todos los sectores que permita recuperar la educación perdida, la justicia en crisis, la salud pública quebrada, la seguridad territorial y la previsibilidad económica de presupuestos plurianuales, esa es la tarea.
Todo lo demás es tan coyuntural como será este entendimiento con el FMI.
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