OPINIÓN

Por Hugo Flombaum, analista político. Columnista de LaCity.com.ar.
Lectura: 5 minutos
Antes de desarrollar la idea debo dejar en claro que concibo a la sociedad organizada libre, como un pueblo cuyos recursos son administrados por un estado conducido por un gobierno elegido por el voto mayoritario del conjunto de ciudadanos
Argentina es una sociedad desorganizada con un estado que mal administra sus recursos conducida por una dirigencia elegida por los ciudadanos, pero permanentemente estafados en su fe.
No es problema de un gobierno es el problema de que las bases organizativas de la comunidad se descompusieron por haber perdido la amalgama necesaria que da un proyecto común.
Representado en el mentado plan que todos le endilgan al ministro de economía del momento como si el problema fuera económico.
Sin una meta colectiva que organice el trayecto de una sociedad hacia el futuro no hay gobierno posible ni estado que administre en forma eficiente.
Argentina es un raro país que castiga con trabas e impuestos abusivos a sus productores más eficientes y premia con subsidios a los que castigan a sus clientes con productos de mala calidad y caros en términos relativos.
Es un estado que defiende a los monopolios y castiga a los clientes y usuarios.
Es un estado que adapta las leyes a los intereses de los poderosos y no aplica las leyes para garantizar su cumplimiento.
Es más importante la adaptación subjetiva de las leyes por parte de funcionarios y jueces, que la ley misma.
Esta situación luego de enfrentamientos, divisiones y violencia hizo tomar un camino al pueblo muy diferente al que los comentaristas, encuestadores y opinólogos puedan entender.
La mayoría se organizaron para garantizar sus necesidades y sus servicios básicos sin participación del estado, eludiendo en lo que puedan las normas del gobierno y de las instituciones. Situación que plasma la anomia presente.
La educación gratuita y estatal se convirtió en privada. La salud lo mismo. La inseguridad encerró a gran parte de la clase media en barrios con vigilancia privada. La medicina prepaga hoy solo garantiza las prestaciones de los estudios e internaciones, al personal médico debemos pagarle en forma privada.
El comercio minorista, los oficios, la construcción de casas se convirtieron en pantallas para demostrar ingresos mientras los verdaderos sustentos se obtienen por afuera de lo institucional.
Los gimnasios, los hoteles, los galpones de logística son lavaderos de dinero al por mayor. Mientras el estado hace que administra una realidad ficticia, basado en estadísticas ficticias.
En el mundo que supuestamente administra a la sociedad, llamado estado, habitan, exagerando, un millón de personas mientras cuarenta y cuatro habitamos el mundo real, el mundo al que podemos llamar «vamos zafando».
Ese mundo tiene todo lo que se encuentra en una comunidad, gente de bien, la gran mayoría, que trabaja y consume como producto de sus ingresos y los del mal que roba, estafa y vive del delito. Delito que no es castigado por nadie.
Esta descripción no es novedosa es compartida por millones en las charlas de cada mesa familiar o de amigos. La incógnita es cual es el límite a esta situación.
Muchos esperan la explosión social, posible pero poco probable, otros depositan le fe en próximos gobernantes, difícil en el marco actual de la política, verdadera mafia que muestra enfrentamientos cuando sólo hay complicidades.
Veo un solo murallón en el futuro cercano, en el cual chocarán ese millón de vividores que juntan a políticos, funcionarios, banqueros, industriales protegidos, importadores monopólicos, sindicalistas, prestadores monopólicos de «no servicios», etc. Será cuando los recursos que le queden para repartirse no les alcance y se fagociten entre ellos.
Hay una reacción que pueden realizar los más de cuarenta millones de argentinos que se hastiaron de esta situación, la rebelión fiscal. Cuando se cansen y dejen de pagar esta fiesta para pocos. Si igual en ese mundo se puede vivir con el trueque que realizan utilizando esa cuasi moneda que se llama peso como medio de intercambio.
Ya se han presentado dos situaciones que van en ese camino, la de los productores rurales que pagan impuestos municipales por el mantenimiento de los caminos rurales y ni un peso de lo que pagan se usa en ese cometido. Y en esta semana los habitantes de La Plata que amenazan con dejar de pagar los impuestos provinciales ante la legalización del delito de ocupación de tierras en esa localidad.
Vivimos en dos mundos paralelos, uno representado en una burbuja de pocos privilegiados, que viven cual parásitos, de los demás y el otro en el cual la mayoría trabaja para seguir adelante con sus vidas.
Esa mayoría no leen noticias, no participan de lo público, no le interesa ni consumen nada que tenga que ver con el otro mundo. Algunos se enriquecen, la mayoría zafa.
La situación está llegando a su fin. La marcha de la sal, resistencia pacífica de Gandhi, en argentina, se caracterizará por la rebelión fiscal en ciernes.
Hay luz al final del túnel. Tenemos esperanza.
Otro artículo de interés: Luz al final del túnel