Crónica del autogolpe anunciado, la opinión de Hugo Flombaum

OPINIÓN

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Vicepresidenta argentina, Cristina Kirchner / Foto: HSNA

Por Hugo Flombaum, analista político. Columnista de LaCity.com.ar.

Lectura: 5 minutos

Día a día se retroalimenta el autogolpe del gobierno alentado por la oposición.

Todo lleva a enfrentar una nueva elección de coaliciones electorales en las cuales cada frente se una para oponerse al otro.

Y Argentina agoniza, nuestros mejores recursos humanos se fugan, no son los capitales, son los argentinos los que se fugan. Lo hacen de la mediocridad, de la amargura de ver como un grupo de amorales arruinan la esperanza de un país que tiene todo para ser un gran país.

Amigos, no he perdido la esperanza, sigo pensando que en algún momento, muy pronto, nos daremos cuenta que las elecciones no representan un partido de fútbol. No son dos camisetas las que se enfrentan.

Para hacer eso posible necesitamos que cada expresión política, que cada colectivo con ideas comunes no se deje llevar por etiquetas del pasado o por grietas que no hacen bien a nuestro futuro.

Si cada uno se expresa según su pertenencia se lograrán muchas minorías, y entonces se podrá conformar un gobierno de coalición no una coalición electoral, que no es lo mismo.

Mi convicción profunda es que si debatimos sobre lo que tenemos que hacer y no sobre lo que cada uno hizo en el pasado, las coincidencias no tendrán nada que ver con las etiquetas que reúnen a los contendientes de la grieta de hoy.

Si dejamos de debatir sobre supuestas ideologías que hoy no tienen contenido, en un mundo absolutamente pragmático y competitivo, nos pondremos a producir lo que podemos vender en lugar de insistir en producir lo que no queremos comprar.

Si dejamos de priorizar los intereses de círculos y ponemos el interés general en el frente, nos pondremos a construir la infraestructura que nos permita poner en marcha el aparato productivo para abastecer al mundo de lo que hoy necesita.

Parecen consignas ilusas, pero son así de simples y fáciles de realizar. Lo único que lo impide es que en lugar de que el sentido común sea el que se aplique, lo que prima es el interés de un grupo de vividores compuestos por políticos, empresarios, sindicalistas e intermediarios que viven de la confusión y el latrocinio.

Ruego que no se hagan «esfuerzos por la unidad», que solo son la pantalla para que no podamos iniciar el camino virtuoso que permita la construcción de una coincidencia en el rumbo y no en la foto de la victoria de los aprovechadores de turno.

La carta escondida que quieren sacar ahora es la del «salario universal», hace decena de años que las más prestigiosas universidades del mundo debaten este tema. Lo hacen para enfrentar dos efectos no deseados del capitalismo. Uno es las corrientes migratorias de las naciones pobres a las ricas y el otro la mala distribución de la riqueza.

El fondeo que desean concretar para semejante erogación es el de un impuesto global a los capitales financieros y a las empresas globales. Nunca se pensó seriamente en que las naciones, ni siquiera las más ricas, pudieran afrontar un gasto de esa naturaleza porque las sacaría de competencia en el comercio internacional.

La gran traba para afrontar esta gran iniciativa es la carencia de una estructura administrativa que garantice la llegada de los fondos a sus destinatarios, en sus lugares de arraigo.

Pero los aventureros del latrocinio local, como no les importa el desarrollo productivo de nuestra nación, mal usan una idea virtuosa para un objetivo de baja estopa, ganar una elección, realmente cansan, agotan al más esperanzado de los argentinos.

A un problema global como es el de la pobreza creciente, por problemas multicausales, se le debe proponer una respuesta global. No se puede resolver un problema de esa magnitud con arrebatos improvisados.

También pretenden engañarnos diciendo que la deuda en moneda local es más manejable que la de deuda extranjera.

La única razón para pensar eso es que, a los deudores locales, es decir los argentinos, se los puede estafar más fácil que a los extranjeros.

Las deudas se toman para pagarlas, si son impagables es porque son mal tomadas. Es decir, no debieron contraerse. Igual que en una familia.

Argentina llega a un nuevo proceso electoral con franquicias llamadas frentes o partidos, deberíamos llegar con colectivos que expresen ideas, propuestas y expectativas y que esas sean votadas. Eso permitirá votar ideas no consignas.

Si logramos eso veremos luz por delante, si no, si nuevamente votamos contra el otro, solo tendremos oscuridad y decepción.

Seguiremos viendo partir a nuestros mejores recursos humanos a trabajar de lo que sea en países que muestren un futuro por el cual luchar.

Seguramente Argentina pasará nuevamente por momentos muy difíciles, nada justifica que hayamos destruido la educación, la salud pública, la cultura del trabajo y fundamentalmente la moral que nos caracterizaba.

No habrá salvadores, no llegarán líderes sobre los cuales descansar, solo la organización de nuestras voluntades podrá iniciar el largo camino de la recuperación.

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