OPINIÓN

*Escribe Mariana Gonzalez, especialista en Computación Científica, Fac. Ciencias Exactas UBA. MBA, ITBA.
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En la última década se alcanzaron las temperaturas más altas de la historia. El calentamiento global es una realidad indiscutible.
Europa está viviendo la peor sequía en 500 años.
Sufren su fauna y su flora. Por ejemplo, las abejas, importantes individuos en el equilibrio ecológico, tienen menos flores para polinizar y sufren un ácaro que destruye sus colmenas por la falta de agua. Los mosquitos están más ávidos de sangre para prevenir la deshidratación.
Los golpean pérdidas importantes en la producción agropecuaria, desde la sequedad de sus suelos hasta la redistribución geográfica de plagas y enfermedades.
Enfrentan baja en la producción de energía, sin agua para las centrales hidroeléctricas, EDF sin agua para enfriar las centrales nucleares.
Escasea el agua potable.
La baja en el nivel de los ríos entorpece el transporte fluvial. El Río Po bajó un 90% su caudal, el agua salada del mar está ingresando velozmente por su cauce. Quedan al descubierto antiguas ruinas romanas en el fondo del Rin. Muchos barcos no pueden navegar por el Danubio.
Devastadores incendios forestales en España.
Élisabeth Borne, Primera ministra de Francia, resumió «La excepcional sequía que estamos sufriendo está privando de agua a muchos municipios y es una tragedia para nuestros agricultores, nuestros ecosistemas y la biodiversidad».
Valga lo que sucede en Europa como ejemplo de la situación del mundo en que vivimos, que lo estamos llevando a un límite insostenible en el corto plazo.
Nuestro estilo de vida hace que estemos agotando los recursos de nuestro mundo velozmente.
En 1987 la Comisión de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente Mundial y el Desarrollo, publicó el informe «Our Common Future». Define el concepto de desarrollo sostenible, como aquellos caminos de progreso social, económico, político y ambiental que satisfacen las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las futuras generaciones para satisfacer sus propias necesidades.
Son muchas décadas que ya pasaron sabiendo que estábamos haciendo las cosas incorrectamente.
Según Daniel Goleman, psicólogo, escritor y periodista estadounidense, «No basta con reciclar. Ni con comprar alimentos biológicos. Ni con cambiar las bombillas o desconectar los enchufes… Esos pasos son necesarios pero insuficientes, porque lo que hay que cambiar realmente es nuestro modo de pensar. Todos nuestros actos tienen un impacto en el medio ambiente: negarlo es de ignorantes».
Este autor propuso un nuevo concepto: la inteligencia ecológica.
La ecología es la ciencia que estudia los vínculos entre los seres vivos y el entorno que los rodea.
El término ökologie fue acuñado en 1866 por Ernst Haeckel, naturalista alemán, a partir de las palabras griegas oikos, que significa hogar y logos que significa estudio, ecología significa el estudio del hogar, considerando hogar a nuestro planeta.
La palabra inteligencia viene del latín interllegere, de inter «entre» y legere «escoger, leer», se la entiende como una habilidad para escoger la mejor opción posible.
Daniel Goleman define la inteligencia ecológica como la capacidad de comprender el impacto que tienen nuestras acciones sobre el entorno.
El desarrollo de inteligencia ecológica seguiría las pautas de la selección natural, desde una concepción Darwiniana.
La inteligencia se desarrolla a través de ejercitación cognitiva y el aprendizaje. La inteligencia ecológica se basa en pensar en el alcance de nuestros actos al interactuar con nuestro entorno, en aprender los efectos que pueden causar nuestras acciones al mundo en que vivimos, siendo conscientes del impacto medioambiental de nuestro estilo de vida y actuando en consecuencia. Debemos entender y fijar en nuestro consciente, lo que le cuesta al planeta producir la comida que consumimos, la ropa que compramos, la energía que usamos.
El siguiente paso, es modificar nuestros hábitos y convertirlos en hábitos más sostenibles, usar transportes sustentables, reducir el uso de plásticos, reciclar, reusar, consumir responsablemente, utilizar energías renovables, realizar una gestión racional de los residuos.
Muchas veces estos nuevos hábitos significan salir de nuestra zona de confort y acarrean algunos pequeños sacrificios, pero nosotros, nuestros hijos y sus hijos lo necesitamos.
*Mariana Gonzalez
Computación Científica, Fac. Ciencias Exactas UBA
MBA ITBA
Empresaria en Argentina y Uruguay en empresas de tecnología.
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