OPINIÓN

Por Norberto Zingoni, escritor, abogado, exjuez, corresponsal de LaCity.com.ar en Europa.
Lectura: 4 minutos
¿Y si fuera éste el momento?
«La oportunidad pasa delante nuestro muy queda, en puntas de pie»
Hace 44 años dos viejos enemigos se encontraban en una trabajosa mesa de negociación. Habían vivido una guerra civil con centenares de miles de muertos, 40 años de dictadura posterior a la guerra civil, miles de mutilados y exiliados. La muerte de Franco había sumido a España en el miedo y la incertidumbre. Inflación descontrolada, atentados terroristas, aislamiento internacional. El ejército franquista se oponía a la legalización de los partidos de izquierda, Partido Socialista y en especial el Partido Comunista, que había sido el gran derrotado en la guerra civil.
Santiago Carrillo el líder del Partido Comunista venía de 40 años de exilio. Manuel Fraga había sido ministro de Franco. ¿Una grieta?, no, un abismo los separaba. Pero, junto a los otros hombres que hicieron la Transición de la dictadura a la democracia (el rey Juan Carlos, Adolfo Suárez, el general Gutiérrez Mellado, Alfonso Guerra) ambos sintieron que era necesario negociar.
Algo a lo que no estaban acostumbrados. El proceso de negociación abierto fue segregando más tarde a los hombres y sectores más radicales. Y así, un grupo de viejos enemigos promovieron una Constitución que en estos días cumple 44 años; y aún los rige.
A veces en una encrucijada los países necesitan un grupo de hombres que puedan ver más allá de sus narices. «Cincuenta miembros que cooperen en una organización pueden lograr mucho más que quinientos individuos que trabajen aisladamente». (Yuval Harari, 21 lecciones para el siglo XXI).
Hay momentos fugaces en los que ciertos países dan con esas elites patriotas. La frase de Ricardo Balbín en la muerte del General Perón fue uno de esos momentos: «Este viejo adversario despide a un amigo». Ahí estaba la reconciliación entre quienes habían asolado al país entre peronismo y antiperonismo. Pero tampoco pudo ser. Y hay otras épocas, como la nuestra, en que las elites, por instinto de conservación o, por suicida individualismo, practican durante años el viejo «yo me salvo solo» o el «yo, argentino». Dolorosa experiencia: nadie se salva solo. El fracaso de un país, un estado fallido, es también un fracaso individual. Por más que uno haya salvado la ropa en el naufragio el barco está hundido.
Yendo a la disparatada política nacional una de las líderes de la postura intransigente (recordar el «vamos por todo»), Cristina Kirchner, anunció que no será candidata en las próximas elecciones.
Qué hay de cierto en ese anuncio solo ella lo sabe. Pero mucho ayudaría que la jefa de una de las facciones de fanáticos que se disputan el poder hace al menos 15 años, pase a retiro. El jefe de la otra facción, Mauricio Macri, duda qué hacer. El futbolero que lleva dentro le impulsa a un segundo tiempo que pueda levantar la derrota del primer tiempo (derrota, dicho sea de paso, por goles en contra de los defensas centrales Durán Barba y Marcos Peña). Pero creo que el esposo y padre de familia podrá más que su tenue vocación política. Ambos prestarían un servicio al futuro del país si dejaran el camino libre. En todo caso admitiremos que digan, como Max Aub, «hice lo que pude».
¡Y si, por fin, alguna vez tuviéramos la suerte de cara y encontráramos dirigentes dispuestos a alinear los planetas, a acordar, a dejar la mesa puesta, con todo servido para que las nuevas generaciones se hagan cargo del país! ¿Y si fuera éste el momento?; Faltaría encontrar a ese grupo de hombres de transición que puedan sentar las bases para décadas de desarrollo. Ya vimos que en otros países (España, Alemania, Japón) fue posible.
Otro artículo escrito por Norberto Zingoni: Giorgia Meloni y el fascismo eterno