OPINIÓN

Por Hugo Flombaum, analista político. Columnista de LaCity.com.ar.
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No me refiero a la fiesta en sí mismo. Esa fiesta maravillosa que comienza con la Bendición de los frutos continúa con la Vía Blanca y al otro día El Carrusel para culminar en el Anfiteatro con el Acto Central.
Esa tradición que se remonta a 1936, año en que se hizo la primera celebración, es la fiesta de la producción y el trabajo de una provincia modelo de nuestro país.
Cuando me refiero a las vendimias de antes lo hago respecto de las expectativas que concentraban los gobernantes, los presuntos candidatos y la prensa nacional en esos días.
La fiesta se desarrolla en el final de febrero o primeros días de marzo. En los años previos a las elecciones provinciales y nacionales, esa fecha coincide con el inicio del año político. Eso hacía que la fiesta, que siempre tuvo una participación popular muy marcada, sirviera para medir la relación de los gobernantes y candidatos con la gente.
En la Vía Blanca la expectativa era como se comportaban los representantes de la producción de cada Departamento de Mendoza con la dirigencia. Se medía si le acercaban un fruto de las carretas, si se acercaban a saludar, eso daba testimonio de la relación de los productores con las autoridades.
El segundo y esperado momento era el ingreso al estadio la noche del Acto Central en el monumental anfiteatro. Se medía indiferencia, aplauso o silbatina.
La relación con el pueblo era siempre festiva, un momento único, pero los palcos oficiales medían su relación con los actores de la celebración y con el pueblo de Mendoza, un pueblo promedio de nuestra sociedad.
La fiesta de 2023 se caracterizó por lo mismo que marcan todas las encuestas y estudios sociales, nadie se preocupó de la gente, se destacó el fastidio de las autoridades por lo largo de los actos, y la repercusión se midió por la fotos del hotel o de las reuniones del círculo áulico.
Lo llamativo es que, si uno busca en todos los medios periodísticos de lo único que se habla, emulando a un programa de chimentos, es de la comidilla de los personajes, que utilizaron la ocasión sólo para reunirse entre ellos.
No estamos agregando ninguna información que no teníamos, pero si una confirmación de nuestro destino en relación con nuestro sistema político.
Nada muy distinto a lo que está sucediendo en casi todo el mundo occidental democrático.
Es lógico que los analistas busquen antecedentes de crisis anteriores, la de los años 30 del siglo pasado, las revueltas juveniles de Berlín en 1968 o la resistencia a la guerra de Vietnam.
En realidad, porque creo que la crisis que vivimos es sistémica, me permitiré buscar un antecedente que se remonta al nacimiento de este sistema.
La crisis de los grandes reinados del siglo XVIII, se caracterizaron por su desconexión con el pueblo, los altos impuestos y la lujuria de los palacios, en los cuales se encerraban los nobles y sus cortes.
Cualquier parecido con la actualidad de nuestro actual sistema es solo un atrevimiento, pero ¿cada día son menos los que quieren estar en Versalles?
En los últimos días, Rosario ha ocupado gran parte de la marquesina del círculo rojo. No es que en el conurbano bonaerense no pase lo mismo, sino que en la provincia de Santa Fe por ausencia de un poder disciplinado se expone más encarnizado.
Lo llamativo es que el pueblo rosarino se cansó de reclamar, y ha comenzado a tomar la justicia por mano propia, veremos los próximos meses una lucha encarnizada entre los «narcos devaluados de los barrios pobres» y el pueblo que tiene aún esperanza en recuperar una vida normal.
No creamos que «Los Monos» son Escobar Gaviria. Ni el pueblo rosarino es el pueblo colombiano de esa época. No hay comparación posible.
En el terreno económico pasan cosas semejantes. La informalidad se adueña cada día de un sector más importante de nuestra producción y de los canales comerciales.
Por ahora la reacción ante un sistema político sin representación real y una economía formal para pocos, es la ignorancia y la informalidad. Pero el futuro en estas circunstancias es impredecible.
Es urgente que busquemos respuestas institucionales y económicas que den respuesta a estos reclamos sin abandonar la libertad individual como esencia de nuestra sociedad.
Podrá ser, como en crisis anteriores como las mencionadas, o será de la manera que en la historia de occidente sucedieron los grandes cambios.
Debemos recordar que los grandes países de oriente, China y Rusia nunca han tenido otra forma de gobierno que no sea la autoritaria, de los Imperios pasaron al Comunismo y de ahí al Capitalismo autoritario.
Cambiaron las formas de producción y las relaciones exteriores, pero nunca los sistemas políticos.
En Occidente todo fue más cambiante.
La nacionalidad que más crece en el hemisferio occidental es el migrante. Eso parece ser algo que nos acompañará por mucho tiempo.
La concentración de la riqueza es alarmante.
Las ganancias de las corporaciones groseras, la acumulación de recursos en individuos que se destacan en actividades lúdicas es inútil para ellos y para la sociedad.
Todos temas que atentan contra un sistema político anacrónico que está agonizando.
El desafío es que incorporemos las posibilidades que nos brindan las herramientas que tenemos a nuestro alcance.
Hoy incursionar en experiencias de democracia directa es muy posible.
Hoy generar comunidades, digitales o territoriales por objetivos y temas es posible.
Buscar formas nuevas de representación es el camino para defender nuestro sistema democrático y de libertad.
Lamentablemente Argentina es parte de estos problemas, y su dirigencia se comporta como los reyes y sus cortes.
El panorama no es bueno.
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