Recalculando, análisis de Hugo Flombaum

OPINIÓN

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Foto: Infinity@5992 from pixahive.com

Por Hugo Flombaum, analista político. Columnista de LaCity.com.ar.

Lectura: 6 minutos

Nunca mejor empleada esta palabra que se introdujo en nuestro vocabulario con los navegadores.

El mundo occidental perdió la brújula. La base que permitió el devenir de las últimas décadas fue la supremacía de EE. UU. Pero las empresas globales y los capitales financieros en la búsqueda de apropiar la mayor renta posible horadaron esa supremacía.

El monopolio del conocimiento y del desarrollo tecnológico por parte de los países más desarrollados ha finalizado. La apertura de las universidades a todos los que pudieran pagar sus estudios hizo posible la especialización de muchos profesionales de países en desarrollo.

Por otra parte, las empresas globales en la búsqueda de menores costos instalaron sus factorías en esos países.

La conjunción de ambas cosas hizo que muchos participaran del comercio internacional con capacidad de competir con cualquiera.

Los capitales comenzaron a generar «ganancias» que no tenían sustento en la producción de bienes y servicios, lo que provocó un desmanejo financiero difícil de controlar por los estados.

La mala distribución de la renta genera un descalabro en la estabilidad política, los partidos tradicionales tienen dificultad de contener los reclamos de la población y nacen expresiones que jaquean al sistema.

Hoy la supremacía no se puede sustentar sin desarrollo económico para el conjunto de la sociedad, la debilidad política de los países desarrollados y de los aliados democráticos la jaquean.

Alianzas basadas en las relaciones con pequeños grupos de poder son sustentables en países no democráticos.

Latinoamérica vive momentos turbulentos, los que detentan el poder económico no pueden garantizar paz social y estabilidad política. Con lo cual las alianzas son débiles.

Argentina vive una etapa muy particular. Su economía es en su mayor parte informal, el estado cada día administra menos recursos, aunque crea nuevos impuestos y más vallas a la economía formal.

Las empresas productoras de bienes de consumo masivo deben generar canales de distribución para esa economía informal, ante el peligro de dejar avanzar a empresas competidoras que lo tienen.

Por otra parte, se generaliza la total ignorancia al estado y sus instituciones, no se participa de sus acciones, ni de sus debates.

Nunca hemos visto mejor expresado lo que significa la lucha cortesana por un lado y la vida extramuros que se desarrolla sin prestar atención al palacio.

La pregunta que debemos hacernos es, más allá de que opinemos y hasta participemos de esa interna palaciega, ¿vivimos dentro del muro o fuera de él?

Argentina vivió este año dos situaciones muy distintas entre sí pero igual de simbólicas.

Cinco millones de personas festejaron en las calles de Buenos Aires, sin ningún incidente, la conquista del campeonato de futbol sin presencia del estado.

Sin querer comparar, cinco millones y medio de votos eligieron al menos conflictivo de los competidores en el programa más visto de la TV argentina.

La gran mayoría se emparenta con la concordia y la humildad.

Estamos afrontando una crisis económica con muy pocos antecedentes. Pandemia, guerra y sequía en cualquier país normal se conformaría un gabinete de emergencia con la participación de todas las fuerzas políticas con participación parlamentaria, ejecutando un plan para la crisis, postergando cualquier lucha interna.

Pero eso es imposible en un país en el cual los cortesanos pelean por sus intereses y no por los del pueblo al cual se deben.

Eso ha generado una situación de apartamiento de la sociedad de la política lo que dará por resultado la descomposición de la administración del estado.

Solo veremos una salida el día que los muros del palacio caigan y los cortesanos se diluyan en la sociedad. En ese momento volveremos a construir una política participativa donde la comunidad sea la que imponga sus intereses.

Para ello los países que luchan por la hegemonía deberán entender que si ayudan a sostener a los cortesanos con su apoyo lo único que lograran es perder su hegemonía.

Para que quede más claro, no es posible en democracia sostener un poder político que no desarrolle social y económicamente a su población.

Para ello debemos diferenciar los planes de la economía extractiva que genera renta, pero no desarrollo humano de los que si lo hacen, bioeconomía, industria del conocimiento, turismo, industria sustentable y competitiva de bienes transables.

La economía de renta, petróleo, gas, litio, etc. son espectaculares para acumular recursos en el estado, pero no desarrollan poblaciones, ni generan arraigo, ni capacitación de la gran mayoría, ni ocupan el territorio, tema esencial para el sustento de una nación.

Esa economía es la gran generadora de corrupción. No participan de la cadena de valor los sectores sociales diversos. Las transacciones son entre pocos y poco transparentes.

Son útiles para conformar fondos de inversión para la economía del desarrollo, como hizo Noruega.

Nuevamente, esa economía no puede ser la que sustente a una nación, en democracia, menos en una nación como la nuestra que tiene una clase media fuerte y con opinión.

Hoy América tiene la gran oportunidad de conformar la alianza de los países productores de alimentos, pero para eso no pueden primar los intereses de los «farmers» americanos.

Ni que los subsidiados agricultores europeos se conviertan en una valla para avanzar en el libre comercio con el Mercosur.

Si conformamos la alianza de los alimentos conformando un bloque común, consolidamos un poder ante las alternativas autocráticas.

En los próximos meses se resolverán varias incógnitas. EE. UU. tiene sus elecciones, Perú, Colombia, Chile y Ecuador deberán resolver sus crisis políticas y Argentina despejará la duda de si entrará en la misma descomposición política que sus vecinos o comenzará un proceso de reconstrucción de su política y por consiguiente de su economía.

El mundo deberá optar por el dominio del poder financiero y debilidad política o poder económico y gobernanza política.

Argentina deberá elegir entre el poder rentístico y descomposición política o poder político participativo y desarrollo económico.

Renta o desarrollo.

Recalculando para reencontrar la huella.

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